Mensajes a Ana en Mellatz/Goettingen, Alemania
jueves, 5 de julio de 2007
Jesús habla después de la Santa Misa Tridentina Sacrificial en la Basílica de San Pedro en Roma en el altar de San Sebastián. (A la izquierda el Papa Pío XII, a la derecha el Papa Pío XI)
Jesús apareció con el manto real rojo, la Madre de Dios a la izquierda con un manto real azul con estrellas y su corona está cubierta de estrellas brillantes. Los ángeles también aparecieron alrededor del gran cuadro de San Sebastián, así como Padre Pío y Padre Kentenich.
Jesús ahora dice: Mis amados hijos, Mis hijos elegidos, hoy en vuestro día cuando dejáis este lugar, quiero daros muchas cosas para llevar con vosotros en el camino, para que estéis equipados para el tiempo futuro con Mi bendición en Mi Amor Divino. Uníos, hijos míos. Permaneced en la verdad y manteneos firmes en esta verdad, porque sólo en la verdad podéis progresar. Esta es la fuerza que os exijo que defendáis valientemente Mi palabra, que no os dejéis apartar por muchas personas que os acosan, que quieren confundiros.
Muchos en el mundo actual no están en la verdad. Muchos sacerdotes, muchos obispos se equivocan. Abandonan este camino y por esto, hijos míos, expían, rezan y se sacrifican. Os amo y siempre os acompañaré, y no abandonaréis este círculo de luz, este círculo de luz de estar protegidos.
Vuestra Madre Celestial siempre estará con vosotros y con sus ángeles, porque ella es la Reina de los Ángeles, para guiaros. No tengáis miedo en este camino. Incluso si se os exige mucho, seréis más valientes y fuertes, porque sólo perseverando podéis sobrevivir a este camino.
Os he enviado aquí a este lugar para recibir Mis fuerzas, para equiparos para esta batalla, para esta batalla final. Lograréis la victoria con Mi Madre Celestial y vuestra mamá. Ella os reunirá a su alrededor, sus amados hijos de María. Ella os esconderá bajo su manto y os protegerá de todo mal. Una y otra vez envía los ángeles sobre vosotros, estos Santos Ángeles, especialmente el Santo Arcángel Miguel.
Pronto comenzaréis vuestro viaje a Mi lugar Wigratzbad. Esta santidad que habéis experimentado aquí, la llevaréis con vosotros a este lugar para derramar también allí estas gracias. Aguantad, hijos míos, porque la última lucha será ardua. Pero recordad siempre que estáis en la purificación de Mi Iglesia y esta purificación, como sabéis, será aún más dolorosa para vosotros. Pero debe ser así para que estéis listos para dejar que Mi iglesia crezca en el nuevo tiempo. Nada será demasiado pesado para vosotros si vuestra Madre Celestial os acompaña.
Y ahora quiero bendecir, proteger, amar y enviaros en el Poder Divino, en el Amor Divino de la Trinidad, con vuestra Madre Celestial, todos los ángeles y santos, con Padre Pío, con Padre Kentenich, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Permaneced en Mi amor y pasad esta lucha en toda permanencia. Amén.
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