sábado, 4 de abril de 1998

Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz a Edson Glauber en Manaus, AM, Brasil

¡La paz esté con ustedes!

Mis queridos hijos, Yo soy la Reina de la Paz, la Madre de Dios y la Madre de toda la humanidad. Les ruego, busquen cada día su conversión. No pierdan el tiempo. Oh

El tiempo ya es muy corto.

Como ya les he dicho, no pospongan su conversión ni un minuto más, porque para muchos que posponen su conversión, puede ser demasiado tarde.

Dios, ya incapaz de soportar tantas ofensas, está a punto de enviar un gran castigo sobre todo el mundo. Muchos se horrorizarán por lo que está por venir, desesperarán, llorarán amargamente, pedirán misericordia, pero la Misericordia que Dios les ofrece es esta ahora: Está enviando a su Madre Celestial para comunicar sus santos mensajes a todos sus hijos en todo el mundo.

Este año es un año muy difícil para todos ustedes, ¡prepárense! Aquellos que no me escuchen serán grandemente cargados por el Señor y recibirán purificación en proporciones terribles, porque han despreciado mis mensajes y se han burlado de todos mis confidentes, dispersos por todo el mundo.

¡Ay de los incrédulos! ¡Ay de los ateos! ¡Ay de aquellos que viven en pecado mortal y continúan ofendiendo a Dios, Nuestro Señor, con sus crímenes! La propia naturaleza ya está castigando a los hombres, por sus innumerables pecados.

Mis hijos, piensen por un minuto: Jesús está sufriendo tanto por cada uno de ustedes. ¡No hagan daño a Jesús!

Prepárense con dignidad, amor y respeto, esta Semana Santa y para Pascua. No permitan que mi Hijo Jesús derrame lágrimas de sangre. Es mi gran dolor decirles: ¡Ay de los incrédulos! Mi Inmaculado Corazón está amargado al decirles esto.

Mis hijos, ¿aún no se han dado cuenta de que mi Inmaculado Corazón ha estado sufriendo tanto por ustedes? Oren, oren, oren el Santo Rosario. Es su arma, mis queridos hijos.

Recuerden, no están solos. Estoy con ustedes siempre, siempre, siempre. Los amo tanto, y no quiero su condenación, sino su salvación.

Mis hijos, hoy derramo lágrimas de sangre ante mi Hijo Jesús, pidiéndole por toda la humanidad. ¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme! Oren más y más! Traten de entrar en el silencio de sus corazones. Cuando una Madre habla, sus hijos deben escucharla. Escúchenme, ¡es muy serio!

Mis hijos, estoy de su lado y los bendigo. Esta es la última vez que les hablaré aquí, en Manaus. Los espero en Itapiranga. Como ya les he dicho, en el mes de mayo vendrán Nuestro Señor y San José, para bendecir a toda la humanidad.

Oren mucho por mis hijos, los sacerdotes, para que sean un ejemplo para todos los cristianos. El Corazón de mi Madre permanecerá siempre aquí, en este lugar. Elegí este lugar, esta familia, para invitarlos, a través de mis confidentes, a la conversión. Pronto serán cuatro años desde que aparecí aquí. Que celebren esta fiesta, nuestra fiesta.

No tengo nada más que decirles que esto: Amen a Jesús, amen a Jesús, amen a Jesús! Él los ama tanto, queridos hijos. Que reparen los pecados, cometidos contra mi Hijo Jesús, con su amor.

Ahora, queridos hijos, arrodíllense, y los bendeciré. Los bendigo a todos: en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!

Antes de irme, les digo: Nunca nieguen su fe. Permanecer fieles a lo que creen, porque esto es la Verdad.

En esta aparición, la Virgen me había pedido que me levantara y fuera más cerca de ella. Hice como ella me pidió, e inmediatamente después me dio un abrazo tan maternal que solo ella puede dar. No hay explicación. Entonces me dijo:

Este abrazo que les doy, es para todos mis hijos que están aquí, en este momento, así como para todos aquellos que querían estar aquí y no pudieron venir. Pero también, este abrazo que les doy, es para todos aquellos de mis hijos que me reniegan, que no quieren recibirme, porque no me aman, pero sin embargo abrazo a todos estos hijos míos, dándoles todo mi amor.

Cuando Nuestra Señora dijo estas últimas palabras sobre aquellos que renegaban su abrazo y que no la amaban, su rostro se entristeció con una expresión de gran dolor.